Mis historias en primera persona
MIS HISTORIAS EN PRIMERA PERSONA
MI ACTOR FETICHE
Desde mi adolescencia, siempre sentí una fascinación que iba más allá de la simple curiosidad. Lo mío no era solo deseo ni admiración superficial. Se trataba de un interés genuino y profundo por el mundo del cine para adultos, por los códigos no dichos, por la mecánica del placer llevada a la pantalla con una mezcla de artificio y verdad. Mientras mis amigas idealizaban cantantes o actores de Hollywood, yo me sumergía en una exploración privada, estudiando cada escena con ojos atentos, absorbiendo movimientos, expresiones, la manera en que el deseo se construía a fuego lento o se desbordaba con urgencia. Entre todos los actores que observé a lo largo de los años, uno en particular ocupó un lugar especial en mi mente.
Su nombre era Chiqui Rivas. Más que su físico imponente, su enorme pija, su siempre abundante carga de leche y su reputación en la industria, lo que me fascinaba era la forma en que hacía sentir a sus compañeras en cada escena. Había algo en su presencia, en la manera en que conducía el momento sin dominarlo, en cómo leía los cuerpos y respondía a ellos con precisión. Era un profesional, sí, pero también un artista del contacto humano. Durante años, fantaseé con lo que sería compartir un instante con él, no solo como una admiradora, sino como una participante real.
El tiempo pasó y mi interés dejó de ser una fantasía inofensiva para convertirse en una meta. No era suficiente mirar desde afuera. Quería estar dentro del set, que él estuviese dentro de mí y experimentar en carne propia lo que tanto había analizado. Con los años, mi confianza creció y me permití tomar decisiones que antes me parecían inalcanzables. Me informé sobre el mundo detrás de cámaras, estudié cómo funcionaba la industria, me preparé físicamente y, sobre todo, me aseguré de que mi deseo no fuera un capricho momentáneo, sino una convicción firme. Comencé a filmarme en encuentros íntimos con mis chicos de ocasión, cada vez que me lo permitían, hasta encontrar la forma en la que me sentía a gusto con esas filmaciones, para luego mirarme en esas escenas siendo yo la protagonista, aunque no fuese con él.
Cuando por fin encontré el canal adecuado para comunicarme con Chiqui Rivas, la realidad me golpeó con una mezcla de emoción y ansiedad. A través de un contacto en la industria, logré hacerle llegar mi interés de manera profesional y directa. Tuve que hacer un pequeño sacrificio y me garché al productor que tenía su contacto para que me lo diera. (Pueden ver ese encuentro con el productor en https://www.gardelhat.com/casting-en-xxx) Le dejé un mensaje para que se comunicara conmigo y contra todo pronóstico, Chiqui respondió. Primero con cautela, haciendo preguntas para entender mis intenciones, evaluando mi determinación. Luego, con una invitación. No era un casting, ni un contrato. Solo un encuentro privado, un espacio seguro donde pudiera explorar mi deseo sin presiones. La cita por fin tuvo día y hora precisos.
El día del encuentro llegó con una mezcla de nervios y excitación. Había arreglado todo en mi departamento, asegurándome de que el ambiente fuera perfecto: luces que permitieran ver todo sin ocultamientos y música de fondo apenas perceptible. Me vestí muy casualmente, sin estridencias, y con la idea de que fuera fácil desvestirme, eligiendo una lencería que resaltara mi figura sin parecer exagerada. Mirándome al espejo, me pregunté si estaba lista. La respuesta fue un rotundo sí.
Cuando sonó el timbre, mi corazón dio un vuelco. Al abrir la puerta, ahí estaba él. Chiqui Rivas, más imponente en persona que en pantalla, con su presencia firme pero relajada. No estaba solo. A su lado, estaba su productor, aquel que me había garchado para obtener su contacto, con una sonrisa amable y una mirada paciente, esperaba mi reacción. No había mencionado que vendría acompañado, pero entendí de inmediato. Era un observador y alguien que, además, podía captar algunas escenas con su cámara y, además, alguien que respetaría los tiempos y esperaría su momento si así lo deseaba. Solo por un momento, mientras ambos pasaban hacia adentro, pensé que quizás debía cogerme a los dos, aunque ellos me tenían preparada una sorpresa que se develaría al final.
Chiqui dio el primer paso, entrando con la seguridad de quien sabe que es bienvenido. Se movía con naturalidad, sin prisas, sin gestos innecesarios. Sentí la electricidad en el aire, una tensión palpable que no necesitaba palabras. Hablamos, no de trivialidades, sino de lo que estábamos a punto de hacer. De nuestras expectativas, de nuestros límites. ¿Límites? Yo no tenía ninguno y se lo dije: -“Estoy dispuesta a todo y quiero que me hagas todo lo que tu fantasía mande”. Me preguntó si estaba segura de ello, dándome la oportunidad de cambiar de opinión. Mi respuesta fue clara: sí. Y aclaré: -“Yo también tengo fantasías que quiero cumplir.”
Me dio un beso apasionado y en menos de diez segundos estaba mi cara a la altura de su bragueta. Sentada sobre la cama desenfundé su cinturón, bajé su cierre y descalcé su pantalón para descubrir aquello que tantas veces había visto penetrando chicas, su enorme pija. Lo mamé con toda pasión y en varias posiciones, lamí sus bolas, recorrí su tronco y lo pajeé durante un buen rato. Incluso hizo una pirueta subiendo una de sus piernas la cama y puso la pija detrás de esa pierna para que al mamarlo tenga a la vista sus huevos y trasero. Probamos un 69 porque también era famoso por cómo chupaba las conchas de sus actrices y no iba a ser menos conmigo, aunque pronto advertí que además de su lengua dentro de mi vagina, sus dedos, más de uno, se hundían en mi culo.
En un momento me pone boca arriba y mis rodillas contra mi pecho para que la concha apunte su cara y el culo quede totalmente abierto y listo para ser penetrado. Aprovechó la ocasión para jugar con sus dedos metiéndolos de a uno primero y sumando algunos más después. Con la suavidad suficiente para no lastimarme pero con la firmeza de un garrote me fue penetrando hasta que sus huevos llegaron a mis nalgas. Ya todo adentro empezó a serruchar con vehemencia haciéndome bañar el flujo, con mi boca abierta como un grito silencioso y mi piel erizada.
Nos cogimos de todas las maneras posibles, en cuatro patas, montada, de frente, de atrás, parada contra la pared, con vehemencia, con profundidad, recibiendo sus dedos por la concha, por el culo, combinando dedos con la pija a modo de doble penetración, pajeándolo y besándolo cada vez que la pose lo permitía. No podía darme el lujo de desperdiciar aquel momento que había fantaseado durante tanto tiempo y no me hubiese perdonado dejar de hacerle y permitirle que me haga todo lo que la imaginación permite en un momento así. En un momento, sentada sobre él con la espalda hacia su cara comenzó moverse con una fuerza y rapidez que literalmente yo volaba por el aire golpeando con fuerza sobre él cada vez que caía. Mientras tanto sus dedos de la mano izquierda que rodeaban mi cadera se metían en mi concha asegurando que yo no me elevara tanto como para que la pija se saliera, pero al mismo tiempo ejerciendo presión para que mi placer se fuera al infinito, lo que hizo que acabara en oleadas en una secuencia de orgasmos que me dejaron exhausta.
El productor permanecía observando con respeto, filmando algunas de las escenas que durante más de una hora se sucedieron, haciendo algunos comentarios esporádicos o intercambiando opiniones con Chiqui Rivas. Cuando tenía un momento en el que Chiqui no me estaba sacudiendo con vehemencia, lo observaba de reojo y pensaba en lo que él mismo estaría pensando mientras nos veía coger. ¿Será que después también me va a coger? Y no dejaba de relojearle el bulto, que en más de una ocasión lo noté excitado. Sin embargo, empecé a darme cuenta de la sorpresa que tenían pensado para mí cuando empezábamos a prepararnos para el final. Murmuraban que sabían de mi pasión por la leche y comenzaron a fantasear con verme tomando la leche de los dos diciendo cosas como “¿sabías que a Gloria le encanta la leche?”, “qué bien se vería con la cara bañada de leche”, “se animará con 2 lechazos a la vez?... y cosas similares. Yo escuchaba y sonreía, pero no decía nada porque quería que se diera todo tal y como lo habían imaginado, sin presiones pero con toda mi apertura.
En un momento me animé y les dije que quería tomarles la leche a los dos, cosa que sé perfectamente que es algo que los hombres quieren escuchar… “¿Me van a dar la lechita? – les dije una vez… -“Por favor, ¿me dan la lechita en la boca?” mientras los miraba y me pajeaba… “las dos quiero…” viéndolos a los ojos me relamía los dedos una y otra vez mientras los metía y los sacaba de mi concha toda mojada… “-por favor…” insistía, “les quiero tomar la leche”… y mi ruego dio resultado. El productor se sacó los pantalones y el calzoncillo y dejó ver su pija también, que no tenía nada que envidiarle a la de Chiqui. Yo me arrodillé al lado de la cama y ambos empezaron a pajearse justo frente a mi cara, lo que era un verdadero placer visual. Entre paja y paja me la iban poniendo en la boca, me golpeaban las mejillas y me pedían que los lama o los chupe, cosa que no dudaba en hacer. ¡Qué momento!
En cierto punto empezaron a sincronizarse para acabar juntos… “-¿Te falta mucho?” Decía uno, -“Dame un momento” decía el otro… y mientras tanto yo estaba esperando con la boca abierta que me dieran aquello que tanto anhelaba. –“¿Me dan la lechita”, les repetía”… -“¿Dónde la querés? Dijo uno… -“En la cara” dije, -“No, en la boca”, me corregí, bueno –“En la cara y en la boca”, dijo el otro y dije que sí. Justo en ese momento ambos dijeron –“¿Vamos?... ¡Vamos!” y empezaron a gemir. De sus pijas empezaron a salir borbotones de leche que empezaron a caer sobre mis mejillas, mi frente, la nariz y, por supuesto en la boca. Eran tan espesas que iban cayendo chorros en cámara lenta por mi cara mientras seguían largando más leche hasta dejar mi cara llena de esa crema que empecé a relamer en la medida que llegaban a mi boca… ¡y estaban riquísimas las dos! Uno de ellos me tomó la mano e hizo que arrastrara con mis dedos la leche de la cara a mi boca, lo que hizo que incluso mis ojos se cubrieran de ese néctar. Poco a poco entre mis dedos y sus pijas que también ayudaban, me fui llevando a la boca todo aquél caudal de leche mientras les decía lo rica que estaba y bromeábamos al respecto, porque no es fácil hablar con la boca llena. Un par de tragos bien cargados de leche dieron final a esa faena, aunque por un buen rato seguí chupándome los dedos mientras recogía lo poco que quedaba en mi cara.
Cuando todo terminó, sentí una satisfacción que iba más allá del placer físico. Era la certeza de haber cruzado una frontera que durante años había imaginado lejana. No se trataba solo del acto en sí, sino de haber tomado el control de mi propia historia, de haberme permitido vivir algo sin miedo ni culpa. Miré a Chiqui, quien me devolvió una sonrisa cómplice. No había promesas ni compromisos futuros, solo el entendimiento de que lo que había ocurrido era exactamente lo que debía ser: un encuentro sin reservas, una experiencia que llevaría conmigo para siempre. Mientras nos despedíamos, supe que había cambiado. Ya no era una espectadora. Ahora, era parte de la historia. Ahora era una chica porno con todas las letras, capaz de cogerse al tipo más fuerte del cine xxx argentino. En adelante, mi carrera era sólo cuestión de continuar haciendo lo que había hecho esa noche, y así fue, con osadía, con placer, con metas claras que cumplí a rajatabla, con experiencias de todo tipo que me hicieron sentir mujer y crecer en lo personal y profesional. En ser quien soy. Gloria Parque.
